Es una frase destinada a devaluar al oponente, cuando un tercero debe elegir entre nosotros y el oponente.
No es verdad ni tiene que serlo: sólo es necesario que los demás crean.
Como una mística, una fe, como el pensamiento mágico de un niño o cuando no tengo otra clase de argumentos experienciales y/o científicos que exponer.
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