La pandemia y la cuarentena parecen ser un gran amplificador de las virtudes y de las miserias de la gente. Desde que se inició la situación de cuarentena en la pandemia, una gran parte de la dirigencia educativa está dando evidencia de su pésima formación y de su pésima actualización profesional, dejando a la política las decisiones que le corresponden, sumando así una importante cuota de irresponsabilidad.
Si esto fuera un quirófano, imagino a los dueños de las clínicas y a los accionistas tomando las decisiones sobre cuándo y qué operar. En la analogía, el paciente es, por supuesto, el pueblo, que una vez más es el destinatario (y votante originario) de todos los desastres y desaciertos de su dirigencia mal formada, soberbia y orgullosa de ello.
